quarta-feira, 22 de outubro de 2008

Todos somos “artistas”

Revista El Duende 88

Si hablamos de jóvenes, la televisión ha sido desbancada por Internet. Las redes sociales el fenómeno de los dos últimos años, disparan nuestras ganas de exhibirnos y mostrar nuestra cara menos formal.

Allí, entre mucho blog, mucha descarga y muchas páginas más o menos interesantes, brillan las que se han convertido en las reinas indiscutibles de la web 2.0: las redes sociales. Estas webs nos trasladan a un mundo virtual en el que encontramos a nuestros amigos más cercanos, a los más lejanos, a nuevos conocidos e incluso a profesionales de nuestros trabajos o compañeros de estudios. Y en esas redes entran, por lo menos una vez al mes, un 47% de los jóvenes españoles (por primera vez se gana a la media europea, del 42%).

En este nuevo escenario, sólo comparable, según el psicólogo Enrique García Huete, “a cuando se iniciaron las cartas al director en la prensa o a algunos talk-shows de televisión en los que la gente iba a contar cosas que en su vida diaria no podía contar”, nos soltamos. “Hay unas ganas por compartir, por mostrar, además la mejor cara que tenemos, porque queremos sentirnos a gusto”, apunta García Huete, quien recurre a los famosos 15 minutos de fama de Andy Warhol para explicar que algo de esto tiene la exhibición que se hace al colgar fotos, vídeos y comentarios que no mostraríamos en otro lado: “Hay una cierta competición en ver cuánta gente me está viendo o sabiendo lo bueno que soy”.

Las redes sociales, y no hay más que tener un perfil en una de ellas o darse una vuelta por algunos, nos desinhiben. “Un buen símil serían los Carnavales, donde el contexto permite otros comportamientos”, analiza el psicólogo. Pero las redes sociales ya no son como el chat, en el que sólo se ponía un alías y se adoptada una identidad cualquier. En la redes sociales, aunque algunos se escondan tras pseudónimos y fotos de su perro la identidad es real, con nuestro nombre y foto, la que se refleja. Así que, ¿por qué perdemos la vergüenza? “La gente no es muy consciente. No se sabe muy bien las consecuencias futuras”, explica el psicólogo como una de las causas. Es decir, que podemos colgar nuestro vídeo más sexy, como una tontería espontánea, y acabar en una página porno. O contar cosas de nosotros que después, por ejemplo, alguien de la empresa en la que trabajamos puede saber si rastrea nuestro nombre por la Red (algo que cada vez se hace más en procesos de selección).

Y además de este desconocimiento, hay otro factor importante, y es que estamos mostrando otro yo de nosotros mismos. “El medio en el que exponemos una personalidad también es un control. Por lo que el yo que mostramos en Internet es tan real como el de la vida diaria, porque nos da una posibilidad de mostrar una parte real de nosotros que en otro sitio no podemos ser”. Con esto, pensar ahora en el compañero de trabajo serio, correcto y sumiso que en su perfil de Facebook sale bailando, en conversaciones subidas de tono y con fotos no aptas para horario infantil. ¿Cuál de las ‘personas’ es la real? ¿Y cuál mostramos nosotros? ¿Y hasta dónde mostramos?

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